Si eres un millennial seguramente cuando estabas muy pequeño escuchaste la historia de un ratoncito muy particular al que le gustaban los dientes de leches que mudaban los niños, y que estos le dejaban al ratoncito debajo de la cama a cambio de un regalo, que abrías al día siguiente como recompensa.
Aunque parezca una tierna historia, en realidad era una estrategia sutil para persuadir a los niños a dejarse extraer el dientecito por sus padres u otra persona, generalmente a través de un hilo que colocaban alrededor de la pieza al cual daban un tirón suavemente de un lado a otro, entre llantos y pataleos del pequeño.
Evitando el trauma
La primera infancia a decir del psicoanálisis de corte freudiano se caracteriza por ser superficie psíquica expuesta a experiencias traumáticas que marcarán. Por ejemplo, el terror a los dentistas aún de adultos puede radicar en la violencia inconsciente que padres infringieron por ignorancia a sus bebés, para extraer un dientecito de leche.
Así que para evitar temores futuros de esta naturaleza conviene que como padre, te eduques más y sepas:
- Que siempre será mejor la caída espontánea de los dientes de leche
- Que sola y únicamente es pertinente la manipulación del diente flojo, si el mismo está ya a punto de ceder, viéndose casi desprendido del hueso de la encía.
- Que siempre será mejor ayudar las primeras caídas dentarias de tu bebé únicamente cuando él o ella no sientan molestias ni dolores bucales por el diente en cuestión.
- Que nunca debes usar analgésicos en presentación spray para usarlo en tu bebé como atenuante del dolor y las molestias, con el fin de volver, cuando desaparezcan las molestias, al torpe uso del hilo.
Por otra parte, es fundamental que entiendas, entre otras muchas cosas, que si llevas un disciplinado control de la higiene bucal diaria de tu bebé, lo más probable es que la pérdida dentaria será menos dolorosa, molesta o traumática.
